Contra toda probabilidad y sorprendiendo al mundo entero, Meghan Markle eligió un vestido de novia totalmente minimalista de Givenchy, diseñado por Clare Waight Keller, la recién estrenada directora creativa de la firma. Sin duda una forma de rendir homenaje a la excelencia inglesa y una forma más en que Meghan rinde homenaje a la mujer, al elegir a la primera diseñadora mujer que dirige la famosa marca francesa.
Minimalista, porque sigue vigente la regla de “menos es más”, así fue el vestido de novia que Meghan portó en la ceremonia religiosa de su unión con Harry, la cuál fue seguida por millones de personas en todo el mundo. Totalmente en consonancia con las tendencias nupciales de 2018, el diseño fue un sencillo vestido reloj de arena, hecho de seda en blanco total y absolutamente libre de cualquier tipo de decoración. Moderno y audaz, como la nueva duquesa de Sussex, el escote barco que caía sobre los hombros y los dejaba ligeramente desnudos, fue otro detalle que quería subrayar el espíritu inconformista y alejarse de los protocolos reales de la pareja, que nos sorprendió con una marea de elecciones revolucionarias.
Para cubrir el rostro de Meghan y crear un aire místico, un velo espectacular, ligero y apenas decorado en los bordes. Un bordado, realizado íntegramente a mano por un conjunto de hilos de seda y organza, se inspiró en un deseo expresado por la Duquesa de Sussex, la cuál pidió que el velo de casi 5 metros de largo, estuvieran representados todos los países de la Commonwealth. Entre las flores que conformaban el diseño, la nueva esposa del príncipe Harry, quería estar representada también por las amapolas de California, en homenaje a sus orígenes estadounidenses.
La tiara que Meghan eligió para iluminar su rostro y dar el toque final a su look nupcial, en realidad era propiedad de la reina María, abuela de la reina Isabel II. Fue realizada en 1932 y en el centro de esta joya se fija un diamante del año 1800.
Según fuentes de la casa real, Meghan tuvo grandes motivaciones al elegir a Clare Waight Keller como diseñadora de su vestido. “Con mi elección, quise rendir homenaje al éxito de un importante talento británico que dirigió tres marcas que han hecho historia en la moda: Pringle de Escocia, Chloé y ahora Givenchy”.
Pero cuando todos creían que lo habían visto todo, Meghan sorprendió de nuevo. Para la segunda recepción de la boda, Meghan optó por un cambio de look que fue una verdadera declaración de intenciones y que denotaba su independencia y personalidad. Para este look la ahora Duquesa de Sussex volvió a elegir a una mujer exitosa: la icónica Stella McCartney que diseñó un vestido muy femenino y minimalista como el Givenchy de la ceremonia. El blanco fue nuevamente el color elegido por la novia, hecho de crepé de seda ligera con un cordón especial y sensual que se ataba detrás del cuello, el vestido era sensual a la vez que elegante.
Los vestidos de novia elegidos por Meghan parecían ser un tributo al recuerdo de la bella Lady Di, conocida mundialmente por su elegancia innata. El minimalismo y la sofisticación fueron el común denominador de ambos diseños.
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